Por Macarena Sánchez del Águila, secretaria general de Almazaras Federadas de España

Una campaña difícil, de las que casi no se recuerdan, caracterizada por una producción situada por debajo de la media, pero con unas disponibilidades de aceite de oliva excepcionales, pues nunca antes se ha iniciado una campaña con unas existencias de enlace de 750.000 Tm y sin incluir las importaciones, que también suman a las disponibilidades. El resultado: unos precios del aceite de oliva que no cubren los costes de producción. ¡Qué le voy a contar!! Y como a perro flaco, todo son pulgas, a esta situación tan crítica del mercado, hay que sumarle las políticas arancelarias de EEUU, basadas en una penalización del origen España y cuyas negativas consecuencias no solo afectan a las exportaciones a ese país, sino también está sirviendo como justificante a los envasadores para incrementar las importaciones de aceite de oliva de terceros países, producido a un precio inferior al del mercado español. Y todo esto con 750.000 Tm de enlace y una producción que rondará 1.100.000 Tm. En España sobra aceite, pero, aun así, nos lo traemos de fuera.

Un problema estructural

Los mecanismos de regulación del mercado que contempla la OCM, no han surtido los efectos deseados. Algo que era de esperar, pues claramente queda definido en la OCM que éstas son herramientas para graves perturbaciones del mercado debido a desequilibrios puntuales entre oferta y demanda. Pero ¿esta situación es puntual? Con un incremento exponencial de la superficie destinada al cultivo del olivo, principalmente de sistemas superintensivos de manejo de la explotación, sin ninguna limitación en el número de plantaciones por parte de la Administración, que debería velar porque el cultivo siga siendo rentable, es obvio que la consecuencia final es un aumento de la producción de aceite de oliva. Por tanto, lo que hace unos años podría considerarse como una situación puntualahora se ha convertido en un problema estructural. Pero tiene solución.

Rentabilidad del olivar

Estimado agricultor, hoy por hoy, su olivar tradicional no es competitivo si se compara con ciertos sistemas de plantación. La distribución de los fondos de la PAC no es suficiente para mejorar la competitividad de las explotaciones olivareras, pese a tener entre sus objetivos el favorecer que no se despueblen las zonas rurales, en especial, las que tienen condicionantes orográficos importantes, y contribuir a la disminución del paro de estas zonas. Estos fondos comunitarios deberían primar aún más aquellos cultivos donde la mecanización se suple con una mayor utilización de mano de obra, compensando así las diferencias de costes que existen. Para que su cultivo sea rentable, puede optar por una reconversión de su plantación, si el terreno y su bolsillo se lo permite, o por buscar un mayor valor añadido a su producción, basado en la puesta en valor de la tradición, de la recolección casi manual como en el olivar de montaña, del reconocimiento del aceite producido por variedades autóctonas de su zona, como el pajarero o el lucio, por la puesta en valor de atributos saludables que abundan más en unas variedades que en otras, como los polifenoles en el picual, por un mantenimiento de los paisajes y los ecosistemas de cada territorio. Todo esto se consigue con una estrategia comercial basada en la diferenciación. Su producto es único y con esa premisa se debe comercializar. Esta ha sido la estrategia del sector industrial fabricante de aceite de oliva, vender aceite de oliva de calidad obtenido de su explotación y conseguir el mayor valor añadido del producto terminado para que repercuta directamente en su pueblo y en su tierra. Y usted, estimado agricultor, gracias a la existencia de almazaras industriales, ha vendido su cosecha cuando ha querido, cuando le ha convenido o cuando lo ha necesitado. Lamentablemente, hoy existen voces que dicen que usted no debe decidir el momento de la venta de su aceituna ¡¡Lo que hay que oír!!. Quizás porque quieren que exista un ente privilegiado y superior que debería hacerlo por usted, quizás porque la propia Administración, basándose en interpretaciones poco acertadas de la Ley, nos quiere obligar a ello.

Almazaras industriales

Estimado agricultor, la principal fortaleza de las almazaras industriales es precisamente su versatilidad a la hora de pagar las aceitunas que recoge de su explotación cuando usted decide, usted fija el precio en función de las cotizaciones del mercado, usted decide cuando quiere liquidar su aceituna, usted no depende de la decisión de una junta rectora más o menos informada, para vender su producto y asegurarse una renta, tampoco depende de otra entidad de grado superior que como tiene mucho que vender, vende todos los meses, todos los días, sin importarle el precio y el poder que tiene la concentración. Quien le pone valor a su esfuerzo y a su trabajo es usted y no un tercero que es completamente ajeno a su realidad. Y estamos luchando porque esto siga así, pues la Administración está sancionando a las almazaras industriales por pagar la aceituna cuando usted lo decide. La Administración nos recomienda, si no queremos ser sancionadas, que paguemos la mercancía a los 30 días de la entrega de la misma. Es decir, si usted finalizó su campaña de recolección el 15 de Enero, la Ley le obliga a cobrar su cosecha antes del 15 de Febrero. En un mercado tan sensible como es el del aceite de oliva, sumado a una campaña de recolección tan estacional con una duración media de unos 100 días, esto supondría el hundimiento del precio de mercado, ya que en los meses de enero-febrero saldría a la venta el 35 % de la producción nacional de aceite de oliva al mismo tiempo. A unos precios presumiblemente bajos causados por la imposición de la Administración de vender a 30 días, será muy difícil garantizar un precio de venta por encima de los costes de producción.

Estimado agricultor, nuestra prioridad es la defensa de su trabajo, de su renta, de su olivar con todos sus matices y diversidad pues, de esta forma, aseguramos nuestra continuidad en la actividad agroindustrial, generando riqueza en las zonas rurales en las que se ubican nuestras industrias y, por tanto, contribuyendo al mantenimiento de la población en nuestros municipios. En definitiva, su actividad garantiza nuestra continuidad en el sector oleícola.

Este artículo de opinión aparece publicado en el nº 180-181 de Óleo, págs. 22